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samedi 17 octobre 2009

Los buscadores de conchas...

-Adiós, señor Tillingham, -se estrecharon la mano- . Ha sido usted muy amable.- Él sonrió, con una sonrisa inesperadamente encantadora y calurosa.

De hecho no se había reído antes, pero en esos momentos sus rasgos ya familiares
se transformaron de tal forma que Olivia dejó de pensar en él como en un cura y por consiguiente le resultó bastante fácil expresar algo que había estado barruntando desde el momento en que él había entrado en la casa-.

A decir verdad no comprendo porqué es usted tan atento y servicial. Al fin y al cabo ambos sabemos que mi madre no era una practicante regular. Ni siquiera era muy
religiosa. Y le resultaba muy difícil tragarse la idea de la Resurrección y el más allá.
-Lo sé. En una ocasión discutimos sobre ello sin ponernos de acuerdo.
-Tampoco estoy muy segura de que creyese en Dios.
El señor Tillingham, todavía sonriendo, sacudió la cabeza y alargó una mano para coger la manilla de la puerta de su coche.
-Yo no me preocuparía mucho por esto. Es posible que ella no creyese en Dios, pero estoy casi seguro de que Dios creía en ella.

-...-